A veces no estoy para nadie porque yo también me hago falta
Magda Tagtachian (Buenos Aires, 1967) se define como armenia y autora de tercera generación. A lo largo de una gran parte de su historia fue periodista. Trabajó en las gacetas Gente y Para Ti, entonces en Viva y el períodico Clarín. Un día contó la narración de su abuela armenia y todo cambió. La nota se transformó en un libro —Nomeolvides Armenuhi. La narración de mi abuela armenia-, dejó la escritura y se dedicó enteramente a la literatura. Su próximo libro son 2 novelas románticas: Alma armenia y Rojava. Todos ellos son los mucho más vendidos.
Llegaste al máximo y no te diste cuenta
Precisas de muchas personas, te encaras a varios óbices cada día y los reconduces hasta llegar a eso que deseas. No obstante, absolutamente nadie te felicita, absolutamente nadie te ofrece una medalla por este motivo y prácticamente absolutamente nadie reconoce esos sacrificios que haces. Por consiguiente, precisas llevarlo a cabo, precisas admitir tus sacrificios empezando a mimarte, empezando a ver tus pretensiones y leyéndote considerablemente más.
Estar ahí para todos, ahí están sus intereses. Los síntomas de este desarrollo de agobio tienen la posibilidad de proceder de la depresión, por ende, es requisito estar atento a los próximos síntomas:
Si nos marchamos a fallecer, ¿cuál es el sentido de la vida?
Hasta entonces en mi vida vivo estos instantes tal y como si fuesen los últimos meses de exactamente la misma. No somos de aquí y morimos…somos de allí y venimos a vivir una experiencia humana que sabe el derecho de corregir lo que aquí la calavera no puede comprender. Una hormiga no comprendería nuestro mundo, ¿de qué forma comprenderemos el cosmos si no busca dentro lo que no está fuera? Me hago una pregunta, sin rencor, si a los que nacieron en la alegría, la esa y la gloria, les fue bien en vidas pasadas. Y si los pobres estaban en guerra, algo hicieron mal.
Creí que mis amigos siempre y en todo momento contarían conmigo, o que bastaría con mandarles un mensaje ocasionalmente. Conforme su cuerpo empezó a vivir bajo un peligro incesante, se creó una espada de doble filo. Como no puedes salir, examinar y saber gente novedosa, el temor hace lo opuesto. Sentirse solo es como una alarma nocturna. Tu cuerpo te afirma que alejarte de la sociedad, de la multitud que amas, amenaza tu supervivencia y, si bien no andas en riesgo de ser devorado por un tigre ahora mismo, no puedes llevar a cabo nada para evitarlo.